jueves, 23 de febrero de 2012

DÍA 26: Cómo coger un bus en Madrid y morir en el intento.

He vivido durante más de un año en Madrid. Os preguntaréis que qué estoy diciendo si en el título pone día 26, pues os explico. Es el día 26 de mi segunda etapa en la capital. Yo ya vine en octubre de 2010 a hacer un señor máster. Durante todo este tiempo he cogido pocos autobuses y, cuando lo he hecho, ha sido acompañada.  Aunque lo he intentado por mi propio pie, ha sido completamente imposible.

A veces me siento una paletilla. Y, probablemente, lo sea. Un poquito. Pero es que en Valladolid, como mucho, hay dos paradas por plaza. En Madrid hay como tres o cuatro y otras seis a 10 metros. Me dirás tú cuánto tiempo tengo que tirarme para encontrar la marquesina que me viene bien. ¿Que podría mirarlo en Internet? Pues sí, y lo hago. Lo que pasa que tengo el sentido de la orientación que nos han acuñado a las mujeres. Es así, otras mujeres encuentran cualquier sitio en un segundo. Yo no. Ya me puedes señalar el punto exacto, que acabo en la acera de enfrente de la calle contraria.

Lo que tengo que decir en mi defensa -ya está bien de criticarme- es que una vez conseguí coger un bus yo sola, por iniciativa propia. Era para ir de casa al supermercado, que está muy lejos. Salí de mi hogar muy digna andando con paso firme hacia la parada de autobús que me decía el Google Maps. Y llegué. También hay que decir que era andar una calle recta, pero bueno, logré mi objetivo.

El problema que tengo ahora me persigue desde hace un par de días. Os cuento. Llegó una chica nueva al lugar donde estoy trabajando. No, no. No os alarméis, estoy trabajando de teleoperadora, no de periodista. Es lo que hay que hacer para poder vivir en Madrid sin ayuda de papá y mamá. Lo de la venta telefónica, por cierto, tiene para otro post. Sigo, que me voy del tema. Llegó una muchacha nueva y hablando llegamos a la conclusión de que vivíamos por la misma zona. Yo siempre he cogido el metro en Ciudad Lineal -que es donde está el curro- para poder llegar a casa. Y resulta que hay un bus que me deja también por ahí, más cómodo. Total, que llegué el martes y dije, pues lo cojo. Me recorrí varias paradas de autobús y el 113, mi objetivo, no estaba en ningún lado.



Me hacen gracia las paradas de Madrid. Siempre te están diciendo lo que queda para que lleguen los buses. Es para la gente ciega, pero algún locuelo -eso es vivir al límite- le da al botón por hacer la gracia. Creo que más de una persona odia a la chica que habla. Se vuelve cansina.

Me voy del tema otra vez. Es que me liáis. Decía que no encontré el 113, así que cabizbaja me fui al metro. Sola y desamparada. Y mientras me dirigía hacia allí, gente loca, borracha y pervertida iba fomentando mi canguele. Qué de gente rara. Menos mal que llegó la policía a pedir el DNI de los personajes. Es que aquí en Madrid hacen un montón de redadas para pillar a inmigrantes ilegales. Algunos van con uniforme, otros van de normal, pero se les distingue a la legua. No sé qué tienen, pero canta un montonazo.

Mirad, he decidido que paso de contaros la historia del bus. Siempre hacéis que cambie de tema. Malditos. Un resumen. No encontré la parada y no voy a volver a intentarlo. Suficiente tiempo se gasta una en Madrid para desplazarse como para andar gastando más minutos de mi valiosa vida en no encontrar el modo de llegar a ninguna parte.

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