lunes, 7 de mayo de 2012

DÍA 100: Moderna rural por una noche.

Sí, queridos amigos, he ido a un concierto de modernos en Madrid. Por iniciativa propia, pagando y por gusto. No sólo escucho a los Beatles, a los Brincos o a Nino Bravo. Hace unos meses, un buen amigo de la capital me enseñó una canción de un grupo llamado Izal. En concreto, la canción Eco, muy curiosa por el enlace de palabras.


La verdad es que nunca me han gustado los grupos modernos y cuando hablo de modernos, hablo de los que nacieron a partir de 1990 en general. Además de provinciana, soy una antigua. Pero oyes, estos muchachos me gustaron. A partir del momento en que mi colega me enseñó el -pequeño- repertorio de Izal, empecé a escucharlo en mi mp3 de hace millones de años y con las piezas básicas para que funcione -tengo al aparato, como quien dice, en cueros-. Eco; Sueños Lentos, Aviones Veloces; Teletransporte... Y un par de canciones más.

Casualmente, a los pocos días, los chicos anunciaron un nuevo disco que estaba en el horno. Fue entonces, cuando vislumbré la oportunidad de ir a un concierto en Madrid. Fue el 12 de abril en la Sala Moby Dick. Muy barato, por cierto.

Me cogí a mi amigo -y a otra coleguilla- y allí que nos fuimos. Previamente, me tomé un par de cañas en el 100 Montaditos -no me deis las gracias, señores de la franquicia- para entonar un poco y atreverme a aplaudir canción tras canción. Es que me da vergüenza demostrar emoción en los conciertos. No me preguntéis por qué.

Una vez en la sala, el retraso empezó a desesperarme, así que me pedí una copichuela. Ojo con los precios, que con lo que me costó la copa, me tomo dos en Valladolid. Por fin, el concierto empezó. Izal tiene un directo muy, muy bueno. No es que sea una entendida, pero sonaban bastante bien y los chicos eran muy majos. Había globos pululando por la sala y el público, aunque al principio estábamos todos quietos, empezó a moverse al son de la música.

El calor empezaba a notarse, así que nos pedimos otra copa -mi economía me lo reprendió a finales de mes-. A lo largo del concierto, el grupo cada vez sonaba mejor. Y tocaron un montón de instrumentos. El que más me gustó fue el ukelele, ese sonido que me recuerda a algunas canciones de los Beatles. Un instrumento que, además, queda graciosísimo en manos de un hombre hecho y derecho -aunque más gracioso quedaba en Israel Kamakawiwo'ole -DEP-.


En fin, el concierto terminó y yo no me quería ir de allí sin conocer a los chicos del grupo. Como siempre, mi afán por hacer amigos afloró al terminar esa copa. Mi compi huyó y me quedé con mi otra colega y amigos que hicimos por allí. La verdad es que Mikel, el cantante, fue muy agradable y paciente. Tras felicitarle por el concierto, le dije que estaría encantada de llevarles la comunicación. Creo que llegué un poco tarde, ya funcionan con una agencia, así que me quedé con una caña a la que me invitaron, no se sabe si por pesada o por simpática. Prefiero quedarme con la duda.

La noche acabó bastante tarde, con borrachuzos a nuestro alrededor y otras especies del campo lunar. Vamos, como una noche cualquiera, aunque para mí se quedara en una noche moderna. De moderna rural.