martes, 21 de mayo de 2013

Día 80: El Bar Hawaiano que me llevó a la época de Cuéntame.

Os debo una explicación por esta larga ausencia. Los que me leéis desde el principio de los tiempos seguro que pensabais que iba a recaer en el abandono de este blog. Es normal. Más de un mes sin publicar, sin dar señales de vida casi ni en las redes sociales. Me atrevo a decir que hasta estaríais preocupados por el paradero de mi body. Quizá en una cuneta, en el Tapas Free, en El Tigre, explotada de tapas... Pues bien, sigo viva pero sin tiempo en general. Voy a hacer la compra y gracias. Ganarse la vida en Madrid no es fácil y hay que currar mucho para -uno- hacer lo que quieres y -dos- comer. Así que no preocuparse, que este es mi huequito para mis millones de visitantes.

Acabo de decir que no tengo tiempo para nada. Miento. Tengo tiempo para trabajar y para visitar nuevos lugares en Madrid, of course. ¡Y no sabéis lo que he descubierto! Mis hallazgos van mejorando por momentos. Me remonto al origen de la historia con flashback incluido.

Uno de los pajaritos
Todo surgió con el típico "me han dicho que por aquí cerca hay un bar que está muy bien". De eso que no sabes qué hacer y surge esa frase que puede derivar en desastre total o en la maravilla absoluta, como fue el caso. La verdad es que, según llegas a la Plaza de Santa Ana -que es donde está- no lo ves con facilidad, pero tampoco es muy difícil. El bar se llama "Bar Hawaiano". No se andan con chuminadas de nombre como Aloha o algo así.

Las sorpresas llegaron nada más abrir la puerta del lugar. El pío pío de los pájaros sonaba por todas partes y vimos que había una jaula con un montón de periquitos. Bueno, parecía una jaula porque cuando vimos a un pájaro dirigiéndose a la otra punta de la barra aluciplipamos un poco. Tenían a un montón de pájaros sueltos por la parte de arriba del bar. ¡Viva!

Nos atendieron rápidamente y empezamos a bajar escaleras y escaleras. Era como estar por dentro de un árbol.  Según ibas bajando, ibas encontrando salitas con algunas mesas y sillas. Todo muy cuco.

Un laguito que había al lado de los baños.
Un laguito que había al lado de los baños.
Bueno, pues voy directamente a lo que decidimos tomar para refrescar el gaznate. En la carta aparecían un montón de cocktails y cada uno viene en una copa con forma distinta. Y cuando digo forma, hablo de formas de animales y de cosas, no de copas pichis de esas a las que estáis acostumbrados. Nosotros nos decidimos por un Volcán para cuatro, que no sabíamos muy bien lo que era pero parecía lo más guay.

Mientras esperábamos, nos trajeron chocolate, patatas, aceitunas, mortadela y kikos... Vamos, para picar algo y que sobre en el plato. Y, ATENCION SEÑORES, lo que llegó me dejó de plástico. Nos trajeron una pedazo de copa con forma de volcán -claro- al que le echaron una pastillita en la parte de arriba y de la que empezó a salir humo. ¡Un auténtico volcán! Y aquí llega mi flashback. Los que véis la serie Cuéntame, puede que recordéis el momento en el que Merche y Antonio se van a un bar super chuli en el que piden un "Parlamento" que era exactamente lo mismo que nuestro Volcán. Mis padres me explicaron que estaba muy de moda tomarlo en la época. Así que imaginadme a mí con eso, sólo me faltaba Fórmula V o Los Ángeles sonando de fondo para vivir la situación en plan vieujuno.

El caso es que, como os he dicho, el bar era hawaiano, así que de fondo sonaba otro tipo de música que también era molona. Pues ahí estábamos, con cuatro pajitas hiperlargas saliendo del volcán y bebiendo algo que debía ser una mezcla de zumos con ron. Muy rico.

Bueno, y momentazo cuando el camarero llegó y nos regaló -a las chicas- un collar de estos de flores -bueno, más bien de los que entran en las bolsas de cotillón-, un clavel y una sombrillita. Graciosísimo.

En definitiva, si queréis flipar como guiris en Madrid, venirse a este bar -precios de unos 8 euros por cocktail aprox- y disfrutad de la experiencia. ¡Yo ya he repetido!



La prueba de que disfruté como una auténtica guiri.






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